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Los siglos XIX - XX

A comienzos de la decimonovena centuria la cabaña ganadera de nuestro pueblo ascendía a 3.000 cabezas, fundamentalmente de ganado menor. También se producía miel, cera, seda, que se exportaba en rama, lana y lino para los telares domésticos. La alfarería ocupaba también un lugar destacado en la economía de Alajeró. La bonanza económica quedaba reflejada en los más de 2.700 reales de media por cada familia, media superior a la de otros pueblos de La Gomera, aunque también hay fuentes que nos informan que nuestro pueblo vivía también momentos difíciles asegurando que era “...el más infeliz de todos porque la mayor parte de los granos pertenecen a propietarios (sic) de la capital insular.”.

La Guerra de la Independencia también se dejó sentir, aunque evidentemente de manera mucho más suave que en la Península, en Canarias. Entre 1808 y 1814 se creaba la Junta Subalterna de La Gomera, dependiente de la Junta Suprema ubicada en Tenerife. En aquel ambiente de relajación política provocado, sin duda, por la distancia de las islas con los campos de batalla peninsulares, los vecinos de Alajeró decidieron mayoritariamente crear un Ayuntamiento constitucional de acuerdo con el decreto de 26 de mayo de 1812.

El fin del Absolutismo en España, durante la década de 1830-1840, traería un cambio sustancial en la propiedad de la tierra. El antiguo poder señorial quedaría ahora sustituido por otro, el caciquil. La estructura social de nuestro pueblo mostraba hacia el año 1860 un porcentaje muy alto de campesinos propietarios, el 30%, ocupando el resto el grupo de jornaleros y renteros. Parece que el cambio de titularidad de las tierras productivas de Alajeró trajo una caída en la producción cerealera. Sabemos que en el quinquenio 1857-1861 se recogieron 1.500 fanegas de trigo y 1.430 de cebada, lo que suponía un 40% menos del nivel de cosecha de principios de aquel siglo.

A pesar de los importantes cambios y avances sociales y políticos obrados en el conjunto de España a lo largo del siglo XIX, la población seguía siendo mayoritariamente analfabeta. En Alajeró a mediados de aquella centuria el 96% de sus habitantes no sabían leer ni escribir.


A pesar de este ligero empobrecimiento, el lugar no conoció un movimiento migratorio destacado. Entre 1835 y 1857 la población de nuestro municipio pasó de los 805 habitantes a los 1.128. En el año 1846 Madoz aseguraba que el lugar contaba con 175 vecinos, es decir, 758 almas. Las cifras de población a lo largo del siglo XIX hablan por sí solas. En 1877 los habitantes de nuestro pueblo eran 993, para pasar una década después, en 1877, a los 1.014 y en 1900 a los 1.195.

Este comportamiento demográfico se puede explicar por el alejamiento de los centro de enganche de emigrantes, además del desconocimiento de las condiciones de atracción de los países receptores por parte de las unidades familiares de potenciales emigrantes o la incapacidad económica para abonar el elevado precio de la emigración, aunque también es posible adivinar otras causas como a la aclimatación de la cochinilla y el desarrollo de una nueva actividad productiva, la pesca de túnidos que contribuyó de manera evidente a resolver el problema del paro. Sería el emprendedor genovés Francisco Grasso quien fundara en 1831 la primera factoría en Cantera, empresa que a lo largo del siglo XIX se iría expandiendo por toda la isla. En 1891 esta misma factoría era explotada por Angelo Parodi. En los primeros años del siglo XX las factorías de Alajeró producían 213 toneladas métricas de atún en salmuera representando el 90% de la producción regional.

Unido a este importante desarrollo manufacturero, las Lomadas de Alajeró acogieron a comienzos del siglo XX el cultivo del tomate. Ya en 1915 la producción se elevaba a los 20.000 quintales métricos y sus destinos eran los mercados europeos con especial incidencia en el inglés. Este auge industrial y económico puede explicar el constante crecimiento demográfico de la población de nuestro municipio y el descenso de la emigración con destino a Cuba y Venezuela, fenómeno este último que de esta manera dejó de afectar a muchas familias del pueblo. Las cifras evidencian lo anteriormente expuesto. Si en 1910 son ya 1.348 las personas que viven en el lugar, una década después, en 1920, éstas ascienden ya a los 1.500; población que se vería incrementada hasta los 2.344 en el año 1940 y los 2.606 de 1950, el número más alto de personas censadas en Alajeró en toda su historia. Desde ese mismo momento se iniciaría un descenso que fue mermando paulatinamente la población del lugar hasta los 1.629 habitantes de 1.970 y los 1.109 de 1991.

Tras la Guerra Civil (1936-1939), Alajeró se convierte en un municipio de considerable importancia. Además del incremento demográfico experimentado en aquellos años, hay que unir que la capital supone ya la quinta parte de ella y es superada por el caserío de Playa de Santiago, que ya había comenzado su destacada importancia económica. También, tras el conflicto bélico se efectuaron en nuestro pueblo obras de mejora y acondicionamiento como la construcción de dos escuelas en Playa Santiago, otra más en el barrio de Imada, varias viviendas para maestros y un cementerio en Playa de Santiago.

Cuenta Alajeró durante los años centrales de la época franquista con varias fábricas de salazón y conservas de pescado, 4 molinos para molturación de cereales, varios talleres de empaquetado de tomates, un taller de carpintería y varias tahonas. La cabaña ganadera estaba integrada por 80 cabezas de ganado vacuno mixto, 40 de asnal, 150 de cerda, 500 de cabrío, 200 de lanar, 600 gallinas y un total de 30 colmenas.

 

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